Por Reinaldo Bolívar
Cuando Julius Nyere llegó al poder en 1962 se propuso un objetivo a corto plazo, otro a mediano plazo y un tercero a largo plazo. El primero de los tres, fue la unión de Tanganica y Zanzíbar en un solo país; el segundo, construir el socialismo en su país y en África y el tercero, recuperar para su país el idioma suajili.
Cuando Nyere asumió la presidencia de la república, el suajili, la lengua materna, había sido desplazado por el inglés, cuya enseñanza y habla fue impuesta por la potencia ocupante (Reino Unido). Solo 4% de los pueblos de Tanganica y Zanzíbar conservaban (o conversaban aún) el suajili, un idioma derivado del bantú con algunas influencias asiáticas.
En el mismo año 1962, la revolución argelina, diagnosticó en la Argelia independiente que el lenguaje francés había ahogado al árabe, por lo que el gobierno nacionalista argelino trajo miles de profesores de árabe del Egipto de Nasser para reenseñar a la población el idioma nacional. Algo similar, distante en distancia y tiempo, en 1937, sucedió en Filipinas cuando la Asamblea Nacional decidió que el tagalo, una de los cuatro idiomas nativos, se convirtiera en el idioma nacional, y no el castellano que había sido impuesto por el imperio español, la realidad en Tanzania, Argelia y Filipinas es otra, tienen sus idiomas nacionales como principales..
En Nuestra América Abya Yala, el imperio español aniquiló más del 90% de la población, arrinconando en muchos casos a las pocas comunidades originarias. Con la muerte de la gente, también murieron muchos idiomas indígenas, a los sobrevivientes y sus descendientes, incluyendo africanos se les «enseñó» el idioma del invasor. Si bien el español se nutrió con más de 10.000 palabras indígenas, y de miles de vocablos bantú y árabes, pocos idiomas originarios de América se mantuvieron vigentes o vivos. De ellos, el guaiquerí, en Paraguay, y el quechua y el aimara. en Perú, Bolivia y Ecuador. En Venezuela, hay alrededor de 44 lenguas nativas, de acuerdo a las etnias nacionales, con una población cercana a las 750 mil personas, de estas, los principales idiomas son el wayuu, pemón y yekuana, con gran preponderancia del primero (unos 170 mil wayuu parlantes).
Por razones culturales, políticas e históricas, los países además de un idioma oficial, como vehículo intercomunicacional, necesitan de uno «íntimo», estratégico, que permita decirse entre sí sus historias, sus identidades, sus planes, sus secretos. Si algo lograron las naciones africanas, a pesar del genocidio, fue mantener la riqueza del bantú, con más de 700 idiomas, pero con raíces comunes que les permiten ese “entre sí”., y esa transmisión oral generación a generación de su riqueza integral.
Nyere logró en dos años única Tanganica y Zanzíbar en Tanzania; y aunque no pudo alcanzar el socialismo, en 20 años su nación pasó de 4 % de suajili parlantes a 100 %. Algo similar pasó en Argelia y en Filipinas con el árabe y el tagalo. En estos tiempos constituyentes, Venezuela debería, basado en la Constitución Nacional, condicionada de reforzar las comunicaciones estratégicas, proteger la identidad gran nacional, en la incorporación obligatoria de un idioma nacional proveniente de nuestra riqueza originaria. Hemos señalado el pemón, el yekuana y el wayuu, este último, por ejemplo, tiene un importante número de hablantes preparados para enseñarlo a todo el país. Siguiendo los modelos aquí referidos de Tanzania, Argelia y Filipinas, y con las nuevas tecnologías, entre seis a diez años, de manera progresiva tendríamos otro idioma nacional franco. No es un asunto de romanticismo. El idioma es cultura, política , resistencia, ofensiva y dominación.