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250 años de la Negra Matea, la Primera Maestra de Simón Bolívar, un símbolo de unidad de África y Nuestra América

Autor: Reinaldo Bolívar

Una de las mujeres más influyentes en la formación del LIbertador de América, junto a María Concepción Palacios e Hipólita Bolívar. El 08 de marzo de 2017 su memoria histórica fue elevada al Pantéon Nacional junto a su compañera la Negra Hipólita.

El 21 de septiembre de 1773, en el Hato El Totumo, extensas tierras propiedad de la familia Bolívar-Palacios, en la población de San José de Tiznados, pueblo ribereño del río Tiznados nació Matea, hija de africanos o descendientes de ellos.. El nombre de su madre y padre se desconocen, pero el de un posible abuelo si consta en la lista de bienes de la familia, se llamaba Nicolás Ponte. 

Llegó a la vida de Simón y sus hermanos a los 9 años. Por sus habilidades físicas y por su extraordinaria capacidad para contar historias fantásticas –como la de Tío Tigre y Tío Conejo–que escuchaba de sus mayores, la llevaron para que ayudando en los quehaceres a la joven Hipólita, fuese fuente de aprendizaje para los niños Bolívar, en especial del tercero de los Simón Bolívar, dado que su padre lo había llamado así para honrar a Simón Bolívar el viejo y a Simón Bolívar el Mozo.


Le tocó a Matea enseñar sus primeros pasos y palabras a Simón Bolívar el Libertador. La historia le da a la ligera el título de “Niñera”, de “Aya”, cuando en honor a la verdad fue la primera maestra, esa que en el preescolar se ocupa de la  motricidad y de enseñar a hablar a través de cantos, poemas, cuentos. Ella lo hacía a tiempo completo.

“¿Dónde están Hipólita que me dio de comer y Matea que me enseñó mis primeros pasos?”, señala la tradición oral que preguntó el Libertador en su última visita a Caracas en 1827.

Estuvo presente en los momentos felices de SImón como la muerte de Juan VIcente Bolívar, dejando a su niños y niñas huerfanos y María Concepción llevando las riendas de una familia de infantes en una época de gran discriminación contra la mujer: Le tocó a Matea junto a Hipolita consolar, en el silencio solidario a un Simón de 9 añitos que pierde a su joven madre en tan crucial momento de la vida. Disfrutaron de verlo feliz en el matrimonio con María Teresa, y  con él lloraron la tristeza de la pérdida mortal de la inolvidable mujer.

La historia la ubica como testigo del sacrificio de Ricaurte en San Mateo en 1814. Ella, también, siguiendo como fiel patriota las instrucciones del ya Jefe de los Ejércitos Simón Bolívar, salió al exilio como protectora de María Antonia Bolívar. Después de pasar casi tres años en Curazao, continúa con los Clemente-Bolívar hasta La Habana, Cuba, de donde regresó con ellos en 1820 a Venezuela. 

Su vida transcurre al lado de María Antonia y sus hijos, quienes le profesan un amor casi maternal a sabiendas de la estrecha relación que mantuvo con Simón y con la propia María Antonia. Matea estaba muy al tanto de los esfuerzos de esta última para, después de 1830, traer los restos mortales del Libertador a Caracas para cumplir con la voluntad del héroe universal.

Aparece en la escena pública nacional en 1842, aún adolorida por la muerte de su amada María Antonia, para ser testigo de las grandes pompas fúnebres que ofreció el gobierno venezolano de José Antonio Páez al Padre de la Patria. Tenía 69 años, lucía fuerte, haciendo honor a su condición africana.

Muchos escritores, cronistas e historiadores se acercaron a ella para escuchar de labios de una protagonista y testigos la historia viva de la Venezuela heroica. En 1876,  con 103 años, y para el asombro de la colectividad caraqueña, pisa por primera vez el recién inaugurado Panteón Nacional de Venezuela, para rendir honor a su niño, a su pupilo Simón, en el nuevo Altar de la Patria.

Pasó sus últimas décadas con los Camacho-Clemente quienes la consentían y facilitaban la correspondencia con una de sus primas, Bárbara Bolívar. Su última dirección fue la parroquia Catedral, Casa Nº 67, Con ella vivía Gabriel Camacho, sobrino nieto del Libertador.


“Aquí vive Matea Bolívar”, dijo el vecino Juan Pérez Soto, amigo del periodista colombiano Manuel Briceño y del dibujante Alberto Urdaneta, quienes inmortalizaron la figura de la ancianita con pañoleta.


Antonia Esteller Camacho Clemente Bolívar, primera maestra normalista de Venezuela, sobrina bisnieta del Libertador, misma que participó vivamente en el Centenario del Natalicio de Bolívar, escribió un breve relato sobre la famosa aya, la maestra de los niños Bolívar-Palacios.

Matea Bolívar no tuvo hijos. Se conoce su acta de defunción que da fe que fue enterrada en 1886 con honores, decretado por el Presidente Joaquín Crespo. Murió en la casa de los descendientes directos de María Antonia Bolívar, los mejores testigos presenciales de quién fue aquella venerable anciana

El 08 de marzo de 2017, su memoria histórica fue elevada al Panteón Nacional, junto con su inseparable amiga Hipólita, en el mismo espacio del glorioso hombre que vieron crecer.

El 21 de febrero de 2022, en un hermoso acto en San José de Tiznados se develo la escultura de Bolívar Niño y Matea Adolescente, donada por la República de Sudáfrica, simbolizando la unidad de dos continentes: La africana con Matea y Nuestra América Abya Yala con Simón.

Honrar a Matea es honrar a Bolívar

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