Saltar al contenido

Una denuncia prohibida

Hijo de inmigrantes rusos, Abel Meeropol nació en 1903 en Nueva York y después de graduarse se ganó la vida como profesor de lengua, un oficio que le permitió además despuntar sus dotes como poeta. En su juventud, se afilió al partido comunista y participó del activismo de izquierda, entre cuyas acciones se contaban las protestas contra la discriminación racial y las leyes que dejaban sin condena el linchamiento de los afroamericanos. Sobre esta temática y bajo el seudónimo de Lewis Allan, en 1937 publicó en la revista del sindicato docente una poesía titulada en un principio “Bitter Fruit” (fruta amarga), pero que luego pasó a llamarse “Strange Fruit” (fruta extraña).

En versos cargados de dramatismo y de alto vuelo lírico, se refería allí de manera trágica a los cuerpos de aquellos que eran colgados de la rama de un árbol, luego de ser linchados hasta quedar moribundos. La pluma de Meeropol procuraba en esta obra generar conciencia acerca de lo que todavía ocurría en Estados Unidos, a pesar de que la esclavitud había sido abolida. La segregación era en ese entonces una práctica socialmente aceptada y a la población negra sólo le quedaba destacarse en el deporte o en la música para gozar de cierta aceptación.

Para que su mensaje tuviera mejor llegada, el autor le puso música a “Strange Fruit” y, una vez convertida en canción, empezó a ser interpretada por la esposa de Meeropol en mitines y reuniones sindicales. En una de esas veladas la escuchó Barney Josephson, el propietario del popular Café Society, un famoso local del Greenwich Village donde confluían intelectuales de pensamiento liberal que admiraban el jazz. Ese particular cabaret nocturno se caracterizaba por admitir el ingreso de personas sin que importara el color de su piel, tanto arriba como debajo del escenario.

Josephson convenció a una de las jóvenes figuras que actuaban en el Café Society, Billie Holiday, de que incorporase “Strange Fruit” en su presentación. No muy segura de cómo encajaría esa pieza dentro de su repertorio, en el que predominaban los temas románticos, ella decidió una noche cerrar su show con ese tema y dejó al público shockeado. Aquella arenga militante de Abel Meeropol, en la voz de Billie Holiday, se había transformado en una joya musical que emocionaba a quien la escuchara, sin perder en absoluto (sino todo lo contrario) su carga de denuncia, que tomaba otro carácter al ser entonada por una afroamericana.

La película “The United States vs. Billie Holiday”, estrenada en febrero en la plataforma Hulu, rastrea las consecuencias que tuvo para esta artista su apropiación de “Strange Fruit”, cuya interpretación en vivo llegó a serle vedada. Bajo la dirección de Lee Daniels, este largometraje constituye el debut cinematográfico de la cantante Andra Day, quien asumió el rol de Billie Holiday con una garra y un despliegue tales que, casi por aclamación, fue nominada para la inminente edición de los premios Oscar y es una de las candidatas favoritas para llevarse la estatuilla como Mejor Actriz en rol principal.

Aunque detrás de esta descollante demostración actoral el filme peca de cierta inconsistencia, su desarrollo sirve para entender cómo funcionaban en esos años ciertas estructuras oficiales, con agentes federales que perseguían a artistas por sus ideas políticas o por el mensaje que transmitían con su música. Lo grave es que, según aclara la propia película en los títulos, las sucesivas iniciativas para ilegalizar los linchamientos jamás fueron aprobadas por el Senado estadounidense, ni siquiera la más reciente, que todavía sigue sin ser resuelta. Mientras tanto, “Strange Fruit” ya es un clásico y ha sido versionada por músicos de todas las razas.

Fuente: diarioalfil.com.ar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *