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Racismo y clasismo en el contexto de la pandemia

Reinaldo Bolívar[1]

Racismo y clasismo. Palabras que pueden ser y no ser sinónimos. Lo que sí son ambos es perjudiciales para las sociedades. Podrían ser parte uno del otro, y pudiesen existir simultáneamente. Revisemos brevemente estos conceptos de la mano de reconocidos investigadores sociales, para luego  adentrarnos en las reflexiones que en esta era de pandemia del coronavirus nos ocupan.

Frantz Fanon (1973), en Piel negra, máscaras blancas, quien desde el Caribe y en la propia África abordó el delicado asunto del racismo, considera que la noción del ser humano de sentirse de un grupo étnico u otro es su propia cárcel mental: «El problema tiene su importancia. No buscamos otra cosa, nada menos, que liberar al hombre de color de sí mismo. Caminamos muy lentamente, porque hay dos campos: el blanco y el negro» (Fanon Frantz 1973:9).

Muy determinante para el presente ensayo, constituye la carga de poder que tiene el lenguaje para reforzar el racismo. Frantz Fanon se refiere al asunto del habla y al trabajo de culturización desde las metrópolis a las colonias, al punto de hacer surgir en ellas el endoracismo:

«Todo pueblo colonizado –es decir, todo pueblo en cuyo seno haya nacido un complejo de inferioridad a consecuencia del enterramiento de la originalidad cultural local— se sitúa siempre, se encara, en relación con la lengua de la nación civilizadora, es decir, de la cultura metropolitana. El colonizado escapará tanto más y mejor de su selva cuanto más y mejor haga suyos los valores culturales de la metrópoli» (Fanon Frantz 1973:15).

Frantz Fanon pretende en su obra llegar al fondo del origen del racismo, al relacionarlo directamente con el colonialismo, para desligarlo de lo biológico. Aquí pudiera haber una coincidencia con Michel Foucault (2000) y su visión del racismo como instrumento o mecanismo de poder estatal, que encontramos en su obra Defender la sociedad:

Michel Foucault, observa en el siglo XX, algo que será parte del desarrollo del presente artículo en este siglo XXI, y que ha sido objeto de variados análisis y bibliografías: el racismo biológico:

«Aparición, entonces, a fines del siglo XIX, de lo que podríamos llamar un racismo de Estado: racismo biológico y centralizado. Y es este tema el que fue, si no profundamente modificado, al menos sí transformado y utilizado en las estrategias específicas del siglo XX. Se pueden señalar, esencialmente, dos. Por una parte, la transformación nazi, que retoma el tema, introducido a fines del siglo XIX, de un racismo de Estado encargado de proteger biológicamente la raza. Pero ese tema se retoma y convierte, en cierto modo, de una manera regresiva, a fin de reimplantarlo y hacer que funcione dentro de un discurso profético que era, justamente, aquel en que había aparecido antaño el tema de la lucha de raza» (Foucault Michel 2000:81-82).

«Cuando el tema de la pureza de la raza sustituye el de la lucha de razas, creo que nace el racismo o se produce la conversión de la contra historia en un racismo biológico. El racismo, en consecuencia, no está ligado por accidente al discurso y la política antirrevolucionarios de Occidente; no es simplemente un edificio ideológico adicional, aparecido en un momento dado en una especie de gran proyecto antirrevolucionario. En el momento en que el discurso de la lucha de razas se transforma en discurso revolucionario, el racismo es el pensamiento, el proyecto, el profetismo revolucionarios vueltos en otro sentido, a partir de la misma raíz, que era el discurso de la lucha de razas. El racismo es, literalmente, el discurso revolucionario, pero al revés»  (Foucault Michel 2000:81).

Frantz Fanon, caribeño de Martinica, afrodescendiente de nacionalidad francesa por haber nacido en una isla ocupada por el imperio francés, y Michel Foucault, precisamente nacido en la potencia ocupante de aquella isla, Francia, han ofrecido su perspectiva de racismo, concordando en su origen colonialista.

¿Qué nos depara ahora, el concepto de clasismo? La síntesis del concepto de clasismo es que es un heredero del racismo, no obstante, este sigue vigente. Si el racismo es la discriminación por motivos de pertenencia a un grupo étnico distinto, el clasismo, en paralelo es la discriminación por motivos de vinculación a otra clase social diferente. Por lo tanto, serían conceptos y características incluyentes. No obstante, históricamente el clasista, mayoritariamente pertenece al grupo étnico que se ha impuesto sobre el otro grupo. En el caso de la colonia, es normal que pertenezca o sea descendiente de nacidos en la potencia geopolítica dominante: el blanco que se impuso sobre el negro y sobre el indígena. Esas clases poderosas, dominantes, son bien descritas por Carlos Marx (2015) en Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850:

 «Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre (…) Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: «¡Abajo los grandes ladrones, abajo los asesinos!» cuando en los círculos más destacados de la sociedad burguesa se representaban públicamente, en 1847, las mismas escenas que por lo general llevan al lumpen proletariado a los prostíbulos, a los asilos, a los manicomios, a los tribunales, al presidio y al patíbulo» (Marx Carlos 2015:47).

Con esa categorización de Carlos Marx, no es difícil transpolar a este siglo XXI, en una segunda década sorprendida por una potente pandemia que sobrepasa los cien millones de contagiados y se acerca, para el momento de escribir este ensayo, a los tres millones de fallecidos, pero que ha disparado las desigualdades de clases. En primer lugar, entre los países centro o norte, que fueron los primeros en contagiarse, y que ahora, mostrando su supremacía económica, entran en una competencia excluyente por las vacunas, produciéndose el acaparamiento propio de esas leyes de la burguesía. En segundo lugar, el comportamiento dirigido a preservar primero los intereses económicos, saliendo a flote la poca inversión en sanidad dirigida a los llamados sectores populares, que no son otra cosa que las clases empobrecidas.

COVID-19 y el racismo clasista

Hecho con estos connotados y sensibles investigadores, este sucinto marco teórico, nos atrevemos a dar algunas pinceladas, que a veces no escapan a la subjetividad, pero sin dejar de estar guiadas por las diversas investigaciones que registran las ciencias sociales sobre la interacción de estas variables conceptuales en el presente; muy conscientes de estar orientados por una realidad tan cambiante como la que actualmente vivimos, con la pandemia de varios nombres del coronavirus o COVID-19 o SAR, que ha afectado al mundo al frenar las economías más adelantadas, pero que no detiene la marcha conflictiva y la ebullición social que recorre esos sistemas económicos de corte neoliberal.

Los habitantes de este planeta azul, somos sociedades que se expresan en clases sociales, o en el eufemismo de estratos[PN1]  sociales, que el Índice de Gini del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha elaborado para hacernos creer que podemos descender por ese abecedario que va de la E a la A y que nos muestra cada vez más desiguales de norte a sur, de país a país, de estrato a estrato y hasta de grupo a grupo, a medida que aumentan el número de desclasados.

En nuestra América, es obvio que el clasismo tiene color de piel. Los más empobrecidos son los mestizos con componentes indígena y bantú. Son los propios pueblos originarios y la población negra. Sobre racismo, ilustremos a Frantz Fanon y a Michel Foucault, sin entrar en la provocativa discusión de si somos animales o no. Lo cierto es que la terminología raza, desde los años 1950, por convención de la UNESCO, se usa para el reino animal, sin incluir al hombre y a la mujer.

Maravillosas son las razas canina, gatuna, caballar, por ejemplo. Pero por más que adores a tu perro, este nunca será libre de ti. Lo entrenas para que te obedezca, te acompañe. Y mientras lo haces, lo premias o castigas con una galletita, o dejas eso a una escuela. Lo mismo pasa con el fiel caballo. Trabajan para ti. Por tanto, lo compensas con cariño. Por algo el perro callejero es tan feliz, o el lobo es tan libre. Y qué alegres son los caballos y yeguas cachilapos que dibuja el venezolano Rómulo Gallegos en la novela Cantaclaro.

En Europa, donde el ser humano gusta del silencio y de tener su perro mascota, para conciliar ambos gustos, o le quitan quirúrgicamente las cuerdas vocales al perrito, o le ponen un collar que con ciertos voltios de electricidad, le enseña a no alzar el ladrido.

Los animales domesticables mueren, normalmente tranquilos en su encierro de servidumbre. Aunque a veces hay noticias perrunas o gatunas de que fueron abandonados por sus amos que, o bien se mudaron a otra ciudad o país, o bien por lástima prefirieron liberarlos para que murieran de viejos en un bosque o montaña, donde por lo general los cazan fieras en libertad.

El racismo consiste en el tratamiento que un ser humano da a otro, por considerarlo inferior, distinto en la esencia humana a él, que en el mejor de los casos, lo puede tratar como un perro, un gato, un caballo, una yegua. Con gusto, lo entrena para que sirva y obedezca fielmente. Lo premia y castiga mientras aprende. Puede darle casa, comida, y le recuerda que no alce la voz y salga a pasear cuando se le saque. Al final, con algo de compasión y suerte, podría obtener una pensión, o dejarlo libre en un bosque de cemento. Los estratos A y B, tienen para escoger entre C, D y E para hacer tal tarea. Si lo resumimos, los ricos, tendrán sus pobres para entrenar y hacer que le hagan el trabajo.

El racismo es como el capitalismo, se va adaptando a las circunstancias, trata de ocultarse, se niega a sí mismo. Si el clasismo es hermano del racismo, el capitalismo es hijo de cualquiera de ellos. El capitalismo va asociado a la blanquitud, asevera Bolívar Echeverría: «Podemos llamar blanquitud a la visibilidad de la identidad ética capitalista en tanto que está sobredeterminada por la blancura racial que se relativiza a sí misma al ejercer esa sobredeterminación» (Echeverría Bolívar 2010:62).

La blanquitud es un proceso que se aplica a los propios blancos que no aceptan su «raza» como superior, y por tanto hay que blanquearlos, porque blancura es sinónimo de civilización, como lo consideraron muchos intelectuales y políticos que en América propusieron una migración selectiva para «mejorar la raza», y sembraron en poblaciones indígenas y negras la idea de «mejorarse», vale decir, el endoracismo del que habla Frantz Fanon. A la inversa del título Piel negra máscaras blancas, de Fanon, el ecuatoriano Bolívar Echeverría, asoma el problema de la guerra de razas, aún entre los blancos, para conectar con la lucha de clases que describe Carlos Marx. Quiere decir, que un blanco pobre, o empobrecido, es para la clase dominante «un negro». Esto podría sustentarse con la historia del esclavismo europeo, que no tuvo compasión alguna con sus pares étnicos, capturados en guerra como botín o como secuestro.

Racismos

Conviene una clasificación con ejemplos de racismo. Partimos de la convicción de su existencia. Con los acontecimientos que a diario se observan en el mundo, es inútil y risible encontrarse con posiciones que niegan su existencia. Existe y tiene sus modos.

Frantz Fanon se refería a los blancos y negros, al endoracismo. Ya hemos dicho arriba que el ecuatoriano Bolívar Echeverría, se refiere al blanqueamiento mental que desde la colonización hacen los imperios. Ahora el método de blancos que someten a los negros y a los indígenas se ha extendido. Es un axioma que hay seres humanos que someten y discriminan a otros seres humanos. Normalmente a seres humanos de estratos  bajos en la clasificación de Gini, donde coinciden grupos étnicos como los afrodescendientes y los pueblos originarios.

Aunque nos vamos a encontrar que desde 2001 el grupo más discriminado y sometido a persecución social, tiene una doble condición, religiosa y étnica. Se trata de los practicantes del islamismo; y de ellos los árabes, estigmatizados con el terrorismo. La ONU informa que la mayor discriminación, la islamofobia, recae en este grupo. Vale acotar, en concordancia con ese dato de la discriminación islámica, que casi la mitad de la población africana es de confesión musulmana, por lo que hay allí otro elemento que incrementa el racismo contra los pueblos bantú. Aunado a ello, el rechazo en occidente a las religiones animistas de origen africano: «Durante el siglo XIX la islamofobia se habría alimentado de los intereses colonialistas. La fanatización del musulmán fue durante el siglo XIX, y quizá antes si nos atenemos al análisis de Ramón Grosfoguel, una forma simple de deslegitimar la lucha de los pueblos colonizados» (Aparicio Rosa & Doménech 2020:5)

Tipos de racismo

De acuerdo a la clasificación de Donald Kinder & Sear (1981) en su artículo Prejudice and Politics: Symbolic Racism Versus Racial Threats to the Good Life, distinguimos las siguientes categorías:

– Racismo biológico. Entiende que una raza es biológicamente superior a las demás. Niega a otros grupos étnicos todo derecho, hasta la vida. Un ejemplo de este tipo de racismo fue el nazi en los años 30 y 40. Fue la causa mayor del exterminio de indígenas y bantúes en las invasiones europeas entre 1400 a 1900.  Puede llamársele también racismo clásico.

De este nace el

– Racismo etnocentrista o cultural.  El racista piensa que su grupo es superior culturalmente y los no miembros de su grupo o etnia son una amenaza cultural. Los grupos exógenos jamás podrán ser iguales a su grupo. El rechazo de costumbres, creencias, comportamientos, religiones o lenguas de otros grupos étnicos son actitudes recurrentes en este tipo de racismo. Si el grupo exógeno quiere sobrevivir, deberá renunciar a sus prácticas culturales y adoptar las del grupo superior. El etnocentrismo impone religiones, lenguas, lecturas, arquitectura y costumbres.

Considerando el caso de la islamofobia, se está ante un caso histórico de racismo cultural. La visión de un sector cristiano, que desde el mismo momento del nacimiento del islam lo vio como una religión inferior y, por consiguiente, sus practicantes eran seres infrahumanos. Habría que remontarse a 1492, cuando los reyes católicos, deciden «catequizar» a toda expresión religiosa distinta a la de ellos: en el caso del continente Abya Yala, a los originarios; en el caso de la península ibérica, a los musulmanes y judíos. Los judíos y musulmanes por tener una religión equivocada; los indígenas por no tener religión; en el caso de los africanos, no eran considerados humanos. «Conversión o muerte» fue la consigna, aplicada con rigurosidad, como en los casos de la inquisición, y como las cruzadas.

España imperial contagió de su racismo cultural contra el islamismo al resto de Europa.  Es fácil asociar a una persona por su nacionalidad al islam: egipcios, paquistaníes, argelinos, marroquíes, tunecinos, libios, sudaneses, mauritanos, turcos, sirios, peninsulares arábicos, eritreos, somalíes… etc., que tradicionalmente buscan una nueva vida en Europa huyendo de guerras, del terrorismo. En Estados Unidos, cualquier africano es sospechoso de ser islamita desde los años 1960, cuando esa religión fue aceptada por grandes defensores de los derechos civiles, como el propio Muhammad Ali. La discriminación contra el islam ha cobrado formas como la prohibición del uso del velo en Francia, porque nadie se puede cubrir el rostro, una paradoja ahora, cuando todas las personas deben usar el tapaboca o máscara médica contra el coronavirus.

Desde 2011, EE. UU. libra una guerra contra el terrorismo, que desde el mismo día de la voladura de las torres gemelas, ubicó en los países musulmanes, como Afganistán, el cual bombardeó sin clemencia, ayudado por la OTAN. La Ley Patriot, clasificó a todo musulmán como sospechoso de terrorismo, equiparando con Al Qaeda hasta a grupos universitarios, abriendo cárceles, como la de Guantánamo y en ciudades europeas, para la tortura directa de musulmanes sospechosos.

La propaganda antimusulmana exacerbó el desprecio contra las costumbres árabes. Resaltó negativamente el patriarcado islámico para justificar la persecución, acusando a los musulmanes de «incivilizados» y «salvajes», argumentos que en 1565 utilizó España contra los indígenas, que en solo ciento cincuenta años, pasaron de ser sesenta millones a cuatro millones por el aniquilamiento orientado por el racismo biológico y cultural.

La propaganda contra el islam es de tal magnitud que en nuestros círculos, en momentos de angustias, se recurre al «porque a nosotros nos dicen que no somos democráticos, pero no se fijan en tal país árabe donde se violan los derechos civiles». Esto sin considerar el modo de vida y cultura de estos pueblos, lo cual forma parte de su autodeterminación y soberanía, principios consagrados en el derecho internacional.

«El presidente Donald J. Trump firmó el pasado sábado una orden ejecutiva que prohíbe el acceso a refugiados y ciudadanos de siete países musulmanes durante los próximos 120 y 90 días respectivamente. La intención, según Trump, es proteger a la nación estadounidense de posibles ataques terroristas e incidentes futuros. La decisión abrió un debate complejo sobre los musulmanes, el terrorismo y la inmigración» (BBC 2017).

Las noticias recientes nos reportan el recrudecimiento de este racismo cultural en Europa. Macron, anotan las noticias, va a presentar un proyecto de ley para superar la separación de las comunidades musulmanas en Francia, lo cual reconoce la situación actual. Ha agregado, absurdamente, que el islam es una religión en crisis. Así recogen las noticias sus declaraciones:

«Hay una necesidad de ´liberar al Islam en Francia de las influencias extranjeras´, continuó el presidente, esbozando planes para poner fin a un sistema que permite a los imanes formarse en el extranjero, reducir la educación en el hogar y retomar el control de la financiación religiosa. Las asociaciones tendrían que firmar un contrato que respetará ´los valores de la República´ para obtener subvenciones. Las medidas, acompañadas de mejoras en los servicios educativos, culturales y deportivos, formarán parte de un proyecto de ley sobre ´laicidad y libertad´, que se espera para diciembre. Es necesario construir un ´Islam des Lumières´ (Islam de las Luces), dijo el presidente» (Sanfford Alasdair & Cereceda 2020). 

Mientras, la situación contra Palestina, acosada paradójicamente por Israel, un país de mayoría judía, religión que fue injustamente perseguida desde 1492, es alarmante. Cumple Palestina, sobre todo Gaza, con la condición de aislamiento y de exterminio biológico. En los últimos veinte años han muerto unos diez mil palestinos en Gaza y Cisjordania. Alguien dirá que también israelíes, sí, unos mil doscientos. En tanto, unos cinco mil palestinos son prisioneros en Israel, que continúa ampliando su territorio a costa de las tierras palestinas, confinando aún más a esa gente.

Los nuevos racismos

En algunos países de Asia, África y Oceanía, aún se identifican prácticas abiertas de racismo clásico. Las convenciones internacionales se orientan a su erradicación definitiva. Pero en la mayoría de los países occidentales, el grueso de las personas se considera no racista, debido a que desde hace algunos años, el racismo ya no se expresa de manera frontal, con sus excepciones muy notables, como las que ocurren en Estados Unidos de Norteamérica, donde la discriminación contra los afros es de tal magnitud que es frecuente el asesinato de personas por ser negras o afro.

En Europa se registran conductas racistas directas contra los emigrantes. Un ejemplo claro son las medidas para seleccionar a los migrantes que proceden de África Central, Oriental y Occidental, junto a los migrantes de Asia Occidental. Los que más obstáculos sufren para pasar al Mediterráneo son los africanos, los cuales cuando logran salir de Libia o Marruecos deben embarcarse en barcos altamente endebles con muchas posibilidades de morir.

 Europa ha tejido leyes. Necesita de esos migrantes. Entrenarlos para el trabajo. Pero hay que seleccionar. Primero la piel más clara, preferiblemente caucásicos o blancos. Luego, los negros o bantúes más preparados. En Libia se hace una preselección. También, los filtran en Turquía, que ha firmado un tratado para tal fin con la Unión Europea. Son muchos, por tanto, se firman acuerdos con los países africanos, para frenar la oleada.

En la medida que el  racismo se adapta, en esa misma medida se encubre. El control social se sofistica. El lenguaje se estiliza. Se finge que castiga con mucha sutileza, con tal sutileza que no llega a las expresiones de la vida real. Para comprender esas sutilezas racistas, están las clasificaciones que desde 1980 hacen las ciencias sociales, como las de McConahay, que citamos a través de Manuel Cárdenas en su artículo The Modern Racism Scale: Psychometric Properties and its Relationship with Psychosocial Variables, en el cual expone la clasificación que a continuación comentamos (Cárdenas Manuel 2007).

Racismo simbólico y Racismo aversivo

Como se percibirá a lo largo de la lectura, estos racismos a estudiar, conviene un autoanálisis de nuestro propio comportamiento, porque cualquiera, hasta sin saberlo,  podría estar o caer en algunos de ellos.

– Racismo simbólico.  Aboga con matices por el derecho a ser iguales. Puedes ser igual pero dentro de tu grupo. En tu zona geográficamente limitada. En tu campo de concentración. Allí serás libre e independiente y puedes practicar tu cultura. Es el origen de los barrios chinos, africanos, latinos; y en EE. UU. de los barrios negros, que han sido demonizados.

En el simbolismo, por ejemplo, el blanco no acepta el ascenso social del negro; le preocupa que el negro pueda vivir en una zona de blancos. Es el caso de los estratos  altos, muy angustiados porque los pobres pueden vivir fuera de sus guetos, como en Caracas; los cerros para los pobres, las colinas para los ricos; o en las urbanizaciones o barrios exclusivos para las clases dominantes, en las grandes ciudades del mundo, por lo general rodeadas de cinturones de miserias.

El racista simbólico piensa que el emigrante, el afro o negro, el musulmán, está asociado a valores negativos. Este es el caso ya emblemático del año 2020 en EE. UU., del asesinato policial de George Floyd, ampliamente documentado. Luego de ese acontecimiento se desató una lucha por los derechos civiles y la igualdad, que ha mantenido en jaque a los gobiernos regionales y al nacional, en plena pandemia. Cien ciudades estadounidenses se han levantado. Es imposible decir que estos alzamientos son por causa de los demócratas para ganar la elección presidencial. De ser así, en el mandato del afro Barak Obama de 2008-2016, las condiciones de vida de esa población hubieran mejorado de tal forma, que los demócratas seguirían gobernando.

El aniquilamiento de jóvenes pareciera ser un mensaje del esfuerzo caucásico de evitar que los grupos étnicos de origen bantú sigan creciendo. Lo que sucede en realidad, de acuerdo con los censos oficiales, es que la población caucásica, que aún es mayoría en EE. UU., ha sacado sus cuentas, sabe que en treinta años la gente negra y la llamada «latina», junto con otros migrantes de los países del sur, será mayoría, y eso pone en peligro la continuidad del poder.

Políticamente, la negritud ha sido confinada sutilmente a varias ciudades como Milwaukee (Wisconsin), Detroit (Michigan), San Luis (Misuri), Cleveland (Ohio) y Chicago (Illinois), Nueva Orleans;  por muchos votos que den, no podrían variar los resultados generales de los colegios electorales. Pero si en estos treinta y dos años antes de las elecciones de 1952, esa población crece y se distribuye en otras entidades federales, podría causar cambios políticos. Por el lado de los «latinos», estos están mayormente en La Florida, allí podrán dominar el Estado, pero no al país.

La dirigencia blanca trabaja para mantener el statu quo. A Obama lo neutralizaron, y a Trump lo pusieron a trabajar para controlar a los negros y a los emigrantes.

Continuemos con los tipos de racismo de la clasificación de McConahay:

– Racismo aversivo. Que es muy peligroso. Este racismo reconoce la igualdad de derechos de los grupos étnicos, de las clases bajas: pero el racista aversivo se mantiene alejado del negro, del de la otra religión, del otro estrato. No muestra empatía. Los respeta, pero no se mezcla. El aversivo favorece más a un grupo que al otro y dice «no tengo nada contra el otro», «yo no me meto con ellos porque sean de tal etnia o religión». El aversivo, es el prejuiciado que oculta sus manías para no afectar su imagen. Si le adviertes te dice furioso «no me vengas a fregar con eso del racismo, porque yo no tengo nada contra los negros y mi tatarabuela era negra». Es el que dice «fulano se cree blanquito», denotando de esa manera que ser blanco es ser superior.  Es el de la frase «yo soy blanco pero reconozco a los negros y a los indios». Es decir, cree que su color de piel le da la facultad de «reconocer». Y, finalmente, es el que a la hora de elegir a quien favorecer, escoge al grupo étnico o religioso al cual pertenece.

– La ontologización: El racista considera que todo grupo al cual no pertenece es inferior en cultura, en costumbres, en ciencia. Pueden estar en un mismo espacio los grupos, pero no desarrollará hábitos del otro que lo hagan descender. Por ejemplo, en el vestir, comer, saludar, visitar lugares. Mantiene actitudes, modos de ser obsesivos con tal de no parecerse o ser confundido con otros grupos inferiores.

Luego de estas consideraciones, pareciera que todo hombre y mujer puede ser potencialmente racista ante tantas clasificaciones. Si se baja al proceso de blanquitud explicado por Bolívar Echeverría (2010), será así. Por lo que la clasificación es aquí una advertencia, una exhortación a tomar conciencia de evitar el blanqueamiento mental también expresado por Frantz Fanon (1973). En este caso, la categorización persigue lograr la concienciación del problema para su erradicación; a evitar el desclasamiento que lleva a muchas personas, que mejoran económicamente, a renegar de su clase o de las políticas sociales de gobiernos que les brindaron la posibilidad de mayor bienestar.

Racismo institucional

En la actualidad, resaltan las luchas en el sur por abolir el racismo institucional.  Para que el acceso al poder político en todas sus expresiones, a la conducción de las empresas privadas, sea una realidad. Que haya leyes que lo promuevan, como las electorales, legislativas, la proporcionalidad étnica en los poderes públicos y empresas privadas. Fue ese el primer paso que dio la Sudáfrica de Mandela, que aún luego de veinticinco años, aspira cumplir.

El racismo y el clasismo, ambos de la mano, incluidos mutuamente, son dos de los valores negativos que en nada contuvo la archi nombrada pandemia. Antes bien han aflorado aún más. Las vidas de los más pobres, de los condenados de la tierra, como anotó Frantz Fanon, son las que más han caído; son las más afectadas numéricamente. Las estadísticas están ahí para confirmarlo lapidariamente.

Pero no es una frase hueca. Lo que esté pasando realmente con el coronavirus, de su introducción natural o planificada, por ahora está en el plano de la especulación. Pero está dentro de las convicciones de las tesis maltusianas de controlar la población, exageradas por Paúl Ehrlinch y su tesis de la bomba poblacional. Ni Malthus ni Ehrlinch se pasearon por las bombas de exterminio étnico que sobre África y la Abya Yala lanzó Europa entre los años 1500 y 1900, reduciendo en 60 % y 90 % la población de negros e indios, como los llaman ellos, respectivamente. Lo hicieron porque necesitaban usufructuar sus riquezas materiales y de mano de obra; los eliminaron a partir del racismo biológico y cultural. Lo realizaron sin ningún remordimiento de conciencia porque los consideraban razas animales, inferiores a los perros y caballos, a sus mascotas.

Ahora el planteamiento ha evolucionado con la tecnología. Como plantea Vivian Forrester (1999), en su obra El horror económico, los pobres cada vez hacen menos falta para proveer de bienes y servicios a los ricos.

Pandemia, vacunas y racismo

Una de las demostraciones palpables de la pandemia, es que los ricos pueden ingeniárselas con pocos pobres. La querida tecnología a la cual todos rendimos culto, va progresivamente reemplazando la mano de obra. Sectores como el otrora gran empleador bancario, se va despoblando de trabajadores –ya no necesitan contadores de billetes, ni técnicos de cajeros automáticos,– los comercios reemplazan sus despachadores por códigos de barras y «QR»;  la educación a distancia avizora aulas y recintos escolares vacíos, con una infancia alejada de la necesaria sociabilización y actividades para el desarrollo de la motricidad; pronto el capitalismo se librará de las huelgas de incómodos trabajadores y obreros.

Un 35 % de los trabajadores bancarios han perdido sus trabajos porque simplemente no son necesarios, la banca en línea no los necesita, y el porcentaje aumentará aún más. Las barras de códigos, los lectores de precio, los robot, tecnificación de las áreas agrícolas, han hecho que miles de personas que trabajan en farmacias, supermercados, deban buscar otra forma de ganarse la vida. Mientras, muchos aplauden un derroche tecnológico que va destinado a favorecer a las clases dominantes, a las que cada vez necesitan menos pobres para que les realicen el trabajo pesado. La producción de bienes y servicios se reduce día a día, para ir adaptándose a los que puedan pagarla, es decir, los más ricos, los de los estratos A, B y algunos de los C.

Vivian Forrester, expresa que hacia allá va la producción mundial. Mientras, piensan qué hacer con tanta gente que aún habita este mundo. Control de natalidad, planificación familiar, enfermedades, guerras tecnológicas (Forrester Vivian 2020).

Todo indica que un plan de reducción de la población pobre, está en marcha desde hace varios años. El racismo es la sustancia que lo sustenta.

No obstante, por las cuatro esquinas del mundo, arriba y abajo, los pueblos, tal como reportó Carlos Marx en Francia, 1848, empiezan a gritar, antes ¡Abajo la corrupción! Y ahora suman ¡Abajo el sistema!

Referencias Bibliográficas

-Aparicio Rosa & Carmen Doménech (2020) Informe sobre la intolerancia y la discriminación hacia los musulmanes en España: recopilación de información y prácticas de lucha contra la islamofobia. Gobierno de España. Madrid. 97 pp. https://www.inclusion.gob.es/oberaxe/ficheros/documentos/InfDiscrMusul_20201210.pdf

-BBC Redacción (2017) Donald Trump firma una orden ejecutiva que suspende la entrada a EE.UU. de refugiados y de los ciudadanos de ciertos países musulmanes. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38776156 (Consultado 10-X-2020).

-Cárdenas Manuel (2017) The Modern Racism Scale: Psychometric Properties and its Relationship with Psychosocial Variable. Psicosociales 6(2):255-262. https://www.academia.edu/23158013/The_Modern_Racism_Scale_Psychometric_Properties_and_Its_Relationship_With_Psychosocial_Variables

-Echeverría Bolívar (2010) Modernidad y blanquitud. Ediciones Era. México. 234 pp

-Fanon Frantz (1973) Piel Negra, Máscaras Blancas. Editorial Abrazas. Buenos Aires, Argentina. 192 pp.

-Forrester Vivian (1999) El horror económico. Editorial Fondo de Cultura Económica. Argentina. 120 pp.

-Foucault Michel (2000) Defender la Sociedad. Curso en el College de France (1975-1976). Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina. 290 pp.

-Kinder Donald & David Sear (1981) Prejudice and Politics: Symbolic Racism versus Racial Threats to the Good Life. Journal of Personality and Social Psychology 3:414-431. https://www.researchgate.net/publication/232455992_Prejudice_and_Politics_Symbolic_Racism_Versus_Racial_Threats_to_the_Good_Life

-Marx Carlos (2015) Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Fundación Federico Engels. Madrid, España. 180 pp.

-Sanfford Alasdair & Rafa Cereceda (2020)  Macron y el Islam: ¿Qué ha dicho el presidente francés para atraerse las iras del mundo musulmán? Euronews. https://es.euronews.com/2020/10/28/macron-y-el-islam-que-ha-dicho-el-presidente-frances-para-atraerse-las-iras-del-mundo-musu (Consultado 28-X-2020).

Reinaldo Bolívar. Especialista en Relaciones Internacionales, Universidad Central de Venezuela  (UCV); Magister en Economía Internacional (UCV); Doctor en Historia, Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (UNERG). Profesor Asociado de la UCV. Doctor en Patrimonio Cultural de la Universidad Católica Santa Rosa de Lima  (UCSAL-Caracas). Viceministro para África 2005-2017 (Venezuela). Conductor del Programa Radial El mundo en Venezuela (desde 2003). Rector del Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora (Venezuela). Dirección- Edif Gradillas, P 2. Centro de Saberes Africanos, Americanos y Caribeños. Correo: reinaldojbolivar@gmail.com


[1] Instituto de Investigaciones Estratégicas sobre África y su Diáspora. reinaldojbolivar@gmail.com


 [PN1]estratos?

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