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El papel de la «africanidad» en la consolidación de la identidad cultural de Cabo Verde

Todas las culturas del mundo tienen rasgos distintivos y articulares que las definen, de tal modo que se convierten en únicas. No es extraño, por ello, que el concepto de idiosincrasia cultural identifique comportamientos, ideas y patrones comunes para que, consolidados, se traduzcan en su identidad cultural, y en consecuencia, en sintonía con los postulados del siglo XIX, en la construcción del concepto de Estado- nación.

De igual modo, resulta más que evidente que tales comportamientos, ideas y normas comunes todavía no han sido superados, por mucho que la globalización ejerza una fuerte influencia en las sociedades del siglo XXI. La globalización, como fenómeno homogeneizador, diluye la identidad cultural en características todavía más amplias, pero de la misma forma, las fortalece, mediante un fenómeno de introspección identitario. En este contexto creciente de reidentificación de las normas culturales, quiero abordar una reflexión –hoy que tengo esa oportunidad–, sobre lo que para mí es la fuente y el rasgo principal de la identidad cultural caboverdiana.

En las islas tuvo lugar una fusión cultural, un proceso de mestizaje casi inaudito para la época, que no solamente marcó el futuro de su pueblo, sino que también generó lo que para mí es lo más valioso: su identidad.

En primer lugar, debemos remontarnos al siglo XV para encontrar el origen remoto de la presencia africana en el país. Fue en 1460 cuando D. Afonso V de Portugal dio la posesión de las islas deshabitadas de Cabo Verde a su hermano, el Infante D. Fernando, administrador de la Orden de Cristo, iniciando el llamado período de la colonización. Así, la necesidad de expandir el comercio, alentada por la fuerte demanda internacional, llevó a los portugueses a importar mano de obra esclava oriunda de la vecina costa de Guinea, para el cultivo de caña de azúcar, algodón y árboles frutales, dando inicio a la práctica conocida como esclavitud, la cual marcará la evolución política, económica y social de Cabo Verde durante siglos y hasta la actualidad.

Fue a partir de ese momento que el continente africano llevó, a través de su capital humano, todas sus tradiciones, rituales y costumbres ancestrales a las islas, produciéndose, a partir de ese momento, una mezcla singular de características culturales que conforman la identidad de Cabo Verde, en un verdadero mosaico cultural, tal y como lo conocemos hoy.

Fue de esa manera como Cabo Verde sufrió un fenómeno particular de enormes dimensiones. A diferencia de lo que ocurrió en otras zonas del globo, en donde la cultura colonizadora impondría sus principios y manifestaciones prácticamente sin discusión alguna posible, en las islas tuvo lugar una fusión cultural, un proceso de mestizaje casi inaudito para la época, que no solamente marcó el futuro de su pueblo, sino que también generó lo que para mí es lo más valioso: su identidad.

A pesar de los intentos de imponer las normas culturales europeas, llegando incluso a deshumanizar la cultura africana, sobrevivió en Cabo Verde esta cultura ancestral. Y buena prueba de ello son las múltiples manifestaciones de esta africanidad en la cultura caboverdiana, que como expresiones artísticas se mezclaron y fundieron, influyéndose mutuamente: desde la cosmovisión (el batuque), la oralidad y la lengua (el crioulo), la gastronomía (la cachupa, el cherem, la trochida…) hasta las influencias de los africanos en el arte de cantar y bailar (la tabanka, el kolá, la morna…).

Por consiguiente, nos atrevemos a considerar que la influencia africana en la cultura caboverdiana puede caracterizarse, sin duda, por una perspectiva multidimensional vinculada a la formación de la identidad grupal en todas las áreas sociales y en todos los ámbitos de desarrollo de la conciencia social. Por lo tanto, teniendo en cuenta que la presencia de los africanos en el país fue exponencial durante siglos, ese carácter multidimensional ocasionó el fortalecimiento de una identidad mixta, fuertemente enraizada en esas manifestaciones. Por más que ideológicamente el proceso de la esclavitud fuera entendido como un fenómeno paternalista del blanco-señor sobre el negro-esclavo, lo que podría suponer la superioridad de las normas culturales europeas sobre las locales, en Cabo Verde se produjo un fenómeno peculiar en el que las influencias sobre el carácter de las comunidades acaba resquebrajando esta pauta colonizadora.

Es evidente que Cabo Verde es una sociedad en la que el proceso de construcción del concepto de ciudadanía, como en muchos otros países, está todavía en vías de formación. En este sentido, las sociedades contemporáneas, bajo los postulados del Estado providencia, y la cuestión de la identidad de los pueblos, siempre cuestionada, van de la mano, además de una amalgama de procesos sociales estructurales paralelos, los cuales intervienen como factores de índole diversa: las corrientes migratorias, la movilidad económica, a globalización, este último como fenómeno homogeneizador que desdibuja enormemente la identidad cultural en normas todavía más amplias.

Nos atrevemos a considerar que la influencia africana en la cultura caboverdiana puede caracterizarse, sin duda, por una perspectiva multidimensional vinculada a la formación de la identidad grupal en todas las áreas sociales y en todos los ámbitos de desarrollo de la conciencia social.

Así, Cabo Verde se halla en esa encrucijada. Constituye un país que después de su independencia en 1975 ha experimentado una modernización considerable, mezclándose los postulados tradicionales y conservadores, con la modernidad. Creemos, firmemente, que en dicho proceso de construcción de la ciudadanía y de la identidad de Cabo Verde, alentado por el fenómeno homogeneizador de la globalización, la valorización de la cultura del país, en una tarea de introspección identitaria, no puede dejar de lado el papel desempeñado por la «Africanidad«, sobre todo, como manifestación del mestizaje que caracteriza la cultura de Cabo Verde. La característica que es, precisamente, lo que hace de este país un país diferente y único en el mundo.

En consecuencia, es necesario un esfuerzo mayor hacia el reconocimiento de África y de sus pueblos en relación al papel estructurador de la identidad de las sociedades, no sólo a través de un nuevo debate académico e intelectual que reconozca y valore estas manifestaciones, y colabore en la definición del concepto actual de la ciudadanía, sino también mediante la implementación de un nuevo discurso, a nivel político e institucional, que destaque el inconfundible papel de la «Africanidad» en la consolidación de la identidad cultural de Cabo Verde.

Por Jorge Cólogan y González

Fuente: https://latitud2000.com/

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