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Nat Turner: la rebelión del esclavizado pastor en EEUU

Una sangrienta insurrección en Virginia en 1831, sofocada cruelmente, prueba que la esclavitud no fue el periodo pacífico que idealizaba ‘Lo que el viento se llevó’

Uno de los argumentos de los defensores del sistema esclavista en los EE.UU. fue que era un modo de vida que garantizaba la paz social. Se sostenía que la misma población negra vivía conforme y feliz a este orden y que dicha jerarquía favorecía la convivencia entre razas. Esta visión idealizada se mantuvo incluso después de la proclamación de emancipación de Abraham Lincoln (1863) y es la que se refleja en la popular novela Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (1936), y posterior adaptación cinematográfica (1939).

Sin embargo, esta imagen no se sostiene en los hechos históricos. El periodo esclavista en EE.UU. no fue, ni mucho menos, una etapa pacífica. Resultó convulsa y conflictiva. Los afroamericanos sometidos nunca aceptaron de buen grado su condición y se estima que se produjeron hasta 250 rebeliones de esclavos entre 1619 y 1865 en el país, desde las célebres revueltas cimarrones en las colonias españolas en los siglos XVII y XVIII hasta las numerosas insurrecciones de principios del XIX en pleno crecimiento del movimiento abolicionista.

La rebelión de Nat Turner es considerada una de las más sangrientas e impactantes de aquel periodo. Turner, un esclavo que había podido aprender a leer y escribir gracias a la supuesta benevolencia de sus amos blancos, utilizó sus capacidades y su posición como predicador para liderar una insurrección que durante 2 días puso en jaque el condado de Southhampton, Virginia.

Fue un levantamiento violento, que conmocionó a la región y todo el país, y que provocó una reacción igualmente represiva y virulenta contra la población negra. Su impacto posterior implicó el endurecimiento de las leyes de los estados del sur contra los negros (tanto esclavos como hombres libres), una situación que se fue tornando insostenible hasta el estallido de la Guerra Civil (1861-1865).

Nat Turner nació el 2 de octubre de 1800. Nació esclavo, hijo de esclavos, en la plantación de su amo Benjamin Turner, de quien, como era costumbre, tomó el apellido. De bien pequeño demostró que tenía altas capacidades y, de forma excepcional, sus propietarios le enseñaron a leer y escribir, especialmente la Biblia y textos religiosos. La primera infancia de Nat fue relativamente feliz: era el niño preferido de sus dueños blancos, que le exhibían a las visitas como una rara atracción.

Cabe puntualizar el contexto de la Virginia de ese entonces. En contra de lo que ocurría en el profundo sur, los propietarios no eran necesariamente crueles con sus siervos, que en algunos casos disponían de vacaciones o tiempo de ocio. Por lo tanto, tratos como los que obtuvo Nat no eran tan extraños. Sin embargo, llegada la adolescencia, ese privilegio se esfumó de forma abrupta. Cuando el joven tuvo la edad para ponerse a trabajar en los campos de algodón, fue apartado de sus estudios y tratado como un esclavo más.

La influencia de la religión tuvo un impacto brutal en Turner. De muy pequeño, su entorno familiar ya le atribuía unos poderes extraordinarios, fruto de una supuesta ancestral herencia africana. Él mismo se vio como una especie de elegido, asegurando que recibía mensajes o señales de Dios. Gozaba así de un gran prestigio entre los suyos, que le consideraban un líder y que le reconocían su inteligencia superior. Al mismo tiempo, conservaba la buena consideración de sus dueños, que veían en él la figura perfecta para evangelizar y tranquilizar al resto de esclavos.

Mantuvo su buena reputación de negro dócil probablemente como una estrategia para elaborar mejor su plan de insurrección. Sus motivos pudieron ser muchos: desde el desengaño por haber perdido su condición privilegiada hasta la toma de consciencia de la inmoralidad e injusticia del sistema esclavista. Todo ello aderezado por sus ideas religiosas. Dejó escrito que en la primavera de 1828 se había convencido de que “el Todopoderoso” le había encomendado “una gran misión” y que esperaba una señal para llevarla a cabo.

En torno a 1830, fue comprado por Joseph Travis, quien admirado por su buena fama, le permitió realizar reuniones religiosas en las que Turner comenzó a trazar sus planes. El predicador fue especialmente cuidadoso. Para evitar traiciones internas, se rodeó de un reducido grupo de fieles. Unas 4 o 5 personas a lo sumo que se intercambiaban la información a través de canciones y prédicas.

En febrero de 1831, Nat Turner interpretó un eclipse solar como la señal que estaba esperando. La noche del domingo 21 de agosto de 1831 comenzó la rebelión cerca de Cabin Pond, en el distrito Cross Keys de Southampton. Armados solo con hachas y cuchillos, el objetivo de Turner y de sus seis hombres era tomar Jerusalén, que así es como se llamaba la capital del condado. Su plan era sembrar el pánico en un ataque relámpago e intentar reclutar el máximo número de armas y combatientes por el camino.

Comenzaron adentrándose en la finca del dueño de Nat, al que ejecutaron rápidamente. Al mismo tiempo, convencieron a los esclavos para que se sumaran al grupo para seguir en la lucha. Este fue el modus operandi de los rebeldes durante esos días: recorrían la región, entraban en las casas, mataban a los dueños blancos, y trataban de convencer a los esclavos negros de que se unieran a la causa.

Existe cierta controversia sobre cómo fueron aquellos ataques. Las crónicas del momento hablan de masacres despiadadas y de todo tipo de atrocidades contra hombres, mujeres y niños, movidas por la sed de venganza de un “fanático religioso”. Lo cierto es que no hubo mucha piedad por parte de los insurrectos, como tampoco la habría posteriormente por parte de los propietarios blancos. Turner aseguró que la matanza indiscriminada solo se llevó a cabo inicialmente para generar alarma y añadió que, por ejemplo, evitó los ataques a “pobres blancos” por considerarlos también víctimas de aquel sistema.

Fuera como fuera, unas 70 personas blancas fueron asesinadas en apenas dos días hasta que la rebelión fue sofocada. Tras el shock inicial, los propietarios blancos comenzaron a organizar grupos armados y se produjeron intercambios de disparos en varias granjas. En las siguientes 48 horas, el grupo siguió liberando y reclutando esclavos -entre 50 y 80 personas se unieron a la lucha- hasta que los propietarios recurrieron a la infantería del estado que, mucho más numerosa en efectivos que los rebeldes, acabó por sofocar el levantamiento. Nat Turner pudo escapar.

La respuesta de las autoridades a la revuelta fue la de una cruenta represión. Con el líder de la rebelión todavía vivo, se optó por dar un mensaje ejemplarizante a la población negra. Los 16 rebeldes capturados fueron condenados a muerte por el tribunal del condado, y centenares de negros fueron linchados y ejecutados sin juicio por sus propietarios, incluso sin haber tenido nada que ver con la rebelión. Las noticias del levantamiento se propagaron rápidamente más allá del Southampton y las atrocidades contra los afroamericanos, fueran esclavos u hombres libres, se extendieron por el resto de Virginia y por los estados del sur.

El cabecilla de la insurrección sobrevivió semanas vagando por el condado sin que fuera capturado, hasta que se entregó a las autoridades el 30 de octubre de ese 1831 tras ser avistado por un granjero. El 11 de noviembre fue ahorcado en Jerusalén, Virginia, tras ser condenado por rebelión. Su cuerpo fue descuartizado y despellejado, en un intento de hacer olvidar su legado. Si se saben tantos detalles de su vida es porque él mismo se los dictó a su abogado de oficio, T.R. Gray, quien poco después de la ejecución publicaría Las confesiones de Nat Turner.

El episodio del levantamiento de Nat Turner conmocionó no solo el condado de Southampton sino todo el país. EE.UU. vivía en aquel entonces un intenso debate sobre la idoneidad del sistema esclavista. Cabe matizar que los contrarios a la esclavitud eran partidarios de una abolición gradual y generalmente, más allá de consideraciones morales, esgrimían argumentos económicos. Sin embargo, la rebelión de 1831 tuvo un efecto contraproducente y el debate terminó abruptamente en el sur en favor de los defensores de la esclavitud, que se entendió como un elemento identitario de los estados sureños.

Además, el miedo a nuevas insurrecciones provocó el endurecimiento de las leyes. El Congreso de Virginia prohibió enseñar a esclavos, negros libres o de “raza mixta” a leer o escribir. Igualmente limitó las reuniones de esclavos y las congregaciones de las iglesias negras, imponiendo que al menos un blanco estuviera presente en este tipo de encuentros para evitar nuevas revueltas.

La nueva legislación también recortó derechos civiles de los negros libres e incluso de blancos favorables del abolicionismo, movimiento que en el sur quedó borrado de la noche a la mañana. Curiosamente fue entonces cuando en el norte tomó mayor impulso: ese mismo 1831 se fundó la New England Anti-Slavery Society, la primera asociación abolicionista de los EE.UU. Una irreconciliable división entre el sur esclavista y el norte antiesclavista se estaba gestando, una situación que acabaría por ser insostenible y desencadenaría la Guerra de Secesión.

La rebelión de Nat Turner es uno de aquellos episodios clave en la historia de los afroamericanos, aunque también de las más controvertidas. Turner es visto como un héroe, sobre todo porque su caso demuestra que la esclavitud nunca fue aceptada por sus víctimas. Sin embargo, existen muchas críticas contra dicha idealización por el componente extremadamente violento del suceso.

La historia alcanzó una gran popularidad a raíz de la publicación en 1967 de la novela Las confesiones de Nat Turner, de William Styrton, obra inspirada en el texto de Gray y presentado como una narración en primera persona del predicador. La obra ganó el premio Pulitzer, como en su momento lo había hecho el clásico de Mitchell. Asimismo, en 2016, el director Nate Parker rodó The Birth of a Nation, un filme basado en el libro de Styrton y que se llevó el primer premio en el festival Sundance.

Fuente: la Vanguardia

Por Jaume Pi

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